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Modelos de ciudad y territorio. Juan Freire.

En el siguiente post se recogen 5 artículos de Juan Freire relacionados con modelos de ciudad y territorio acompañados de imágenes aportadas a los textos.

Territorio = geología x infraestructuras x política

La configuración urbana y territorial surge de una interacción compleja entre dos factores: geología y geografía por una parte y política (o urbanismo y ordenación territorial) por otra. Esta interacción no es lineal ni genera casi nunca los resultados planificados desde el urbanismo. Tampoco estos dos factores deberían asimilarse a lo natural y lo humano. En realidad la geología de un territorio se compone de estructuras naturales (lo que podríamos denominar infraestructuras ambientales) y de una geología “construida”, en particular las infraestructuras artificiales.

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La política trabaja sobre la geología natural y construida, pero a su vez la geología moldea los resultados efectivos de las estrategias políticas. Podríamos definir este sistema como “ecologías en red” tal como propone Kazys Varnelis [1]. Las “networked ecologies” serían “sistemas hipercomplejos producidos por la tecnología, las leyes, las presiones políticas, los deseos disciplinares, las restricciones ambientales y una miríada de otras presiones, agregadas y con mecanismos de retroalimentación” [2]. El diseño en este contexto es especialmente complejo, dado que estas ecologías en red se resisten y frustran las aproximaciones basadas en la planificación que han dominado el diseño de las metrópolis del siglo 20 [3]. Por tanto, la pretensión de la planificación se revela inútil ante la complejidad de los componentes e interacciones del territorio. El urbanismo o la ordenación del territorio, entendidos como diseño (desde las infraestructuras o los espacios urbanos hasta las normas y leyes) sigue jugando un papel principal pero su resultado será más efectivo si se contempla la realidad del escenario en que se debe desarrollar. Se trabaja siempre sobre un territorio pre-existente que debe ser comprendido. Por otra parte, el diseño territorial puede reforzar cierta dinámicas ya existentes pero su capacidad de oponerse a ellas es más limitada y casi siempre produce efectos inesperados y muchas veces perversos. Por tanto, el diseño se convierte en un arte de la complejidad que solo en parte es una disciplina técnica, y constituye un proceso continuo de aprendizaje basado en la experimentación a partir de intervenciones territoriales.

En estos momentos necesitamos una reinterpretación de las realidades urbanas y territoriales contemporáneas utilizando el paradigma de las “ecologías en red” y observando las prácticas cotidianas de los ciudadanos, más que indicadores agregados, en las escalas espaciales que son relevantes, y no en aquellas definidas con criterios políticos y burocráticos que en buena parte son ya obsoletos.

[1] Varnelis, Kazys (ed.) (2009). The Infrastructural City: Networked Ecologies in Los Angeles. Actar

[2] «hypercomplex systems produced by technology, laws, political pressures, disciplinary desires, environmental constraints and a myriad other pressures, tied together with feedback mechanisms”

[3] http://m.ammoth.us/blog/2010/03/reading-the-infrastructural-city-proposal/

La evolución de las ciudades: arquitectura y control

El diseño urbano casi siempre ha estado al servicio de los poderes generando una “arquitectura del control” que ha sido más o menos efectiva en sus objetivos. La ciudad pre-moderna estaba organizada con criterios militares y religiosos y para el control de sus habitantes por parte de estos poderes. El poder político centraliza de algún modo al resto de poderes con el desarrollo de la modernidad y nace el urbanismo tal como lo conocemos, una disciplina profesionalizada en manos de técnicos, gestores y políticos que diseñan la ciudad “de arriba a abajo” generando toda una serie de mecanismos burocráticos para la implementación y control de la planificado y de los habitantes. Lo militar sigue siendo relevante en la ciudad moderna, aunque casi siempre incorporado dentro de las decisiones políticas.

Las últimas décadas del siglo 20 han visto el desarrollo de lo que podríamos denominar ciudad post-moderna. Los mismos poderes siguen activos, lo político y lo militar (casi siempre escondido dentro de la política), pero los objetivos cambian. La gran motivación de la mayor parte de gestores urbanos es ahora convertir a sus ciudades en grandes complejos turísticos. La planificación se convierte en un instrumento para diseñar espacios temáticos que atraigan visitantes, ya sean estos turistas o la clase creativa (o en otras palabras turistas temporales o permanentes). En ambos casos, se busca la captación de grupos sociales “extraños” a las comunidades locales y que se supone que generarán un beneficio económico que justifica rediseñar los espacios públicos a su servicio.

El control es el objetivo oculto pero fundamental de la actividad urbanística a lo largo de la historia. El geógrafo Stephen Graham [1] propone que nuestras ciudades son el resultado de la extensión de las ideas militares de monitorización, identificación y control de los espacios y circulaciones de la vida cotidiana. Estas estrategias llegan a su máxima expresión cuando se intenta utilizar la tecnología para el control completo, en todo lugar y en todo momento, de la sociedad civil. Para Graham la influencia de lo militar en el urbanismo es cada vez mayor y no parece que esta tendencia vaya a invertirse en un futuro próximo. Aún concordando en la importancia del “urbanismo militar”, creo que sin embargo nos encontramos en un momento de transformación que podría dar lugar a otros modelos territoriales donde quizás estamos asistiendo a un declive de la planificación urbanística y de la arquitectura del control (y por tanto de la influencia militar).

[1] Graham, Stephen (2010). Cities Under Siege. The new military urbanism. Verso. Reseña en Bldgblog.

Ciudad expandida: Modelos urbanos en el paradigma de las ecologías en red

En el final del siglo 20 y comienzo del 21 irrumpe un nuevo modelo urbano y de ocupación y uso del territorio que está empezando a suceder a la ciudad postmoderna. La interacción de nuevas prácticas ciudadanas traducidas en nuevos usos del espacio y de unas infraestructuras ambientales y construidas que funcionan bajo el paradigma de las “ecologías en red” genera nuevas tipologías urbanas y territoriales que podríamos definir como “ciudad expandida”. Un modelo que se ha desarrollado a pesar de la planificación pero que a la vez es el resultado, parcial, de las fuerzas de la geología y de la política aunque con resultados inesperados. Este modelo urbano es expandido en un doble sentido:

1. se extiende más allá de los límites oficiales de las unidades territoriales y genera nuevas configuraciones espaciales (para las que la política aún no ha desarrollado instrumentos adaptados a sus escalas);

2. el espacio público se reinventa en un doble sentido: se configuran nuevos lugares de relación física y se expande con la tecnología. Las redes de comunicación generan espacios digitales que interaccionan con los espacios físicos y producen nuevas formas de relación de las personas con consecuencias espaciales.

Una “ciudad expandida” incorpora algunos de estos elementos:

1. El espacio urbano se extiende más allá de los límites políticos, por ejemplo entre municipios, y las zonas periféricas originales dejan de ser en muchos casos espacios suburbanos. Pero lo relevante no es esta expansión sino los cambios en el comportamiento de los ciudadanos que usan cotidianamente el territorio de formas no contempladas en la planificación oficial. Así, es habitual que las rutinas diarias de los habitantes incluyan su presencia de diferentes centros de actividad (muchas veces localizados en varios municipios). Además estos patrones de uso ya no son únicos sino que responden a múltiples tipologías que representan la diversidad de modos de vida. Por tanto, no es posible ya definir un centro y una periferia; nos encontramos ante una ciudad multicéntrica, con múltiples nodos de actividad.

2. La población presenta una elevada diversidad en sus orígenes y motivaciones para habitar ese territorio. En muchos de estos espacios urbanos, la inmigración juega un papel esencial y podríamos diferenciar dos tipos de inmigrantes. “Inmigrantes” de alto poder adquisitivo que pueden aparentemente pasar por turistas con una segunda residencia. En realidad son personas, en España en especial de otros países europeos, que deciden vivir permanentemente en lugares como la Costa del Sol pero mantienen su actividad profesional original desplegando una doble estrategia: utilizar las tecnologías de comunicación de modo intensivo y realizar viajes frecuentes (muchas veces semanales) para visitar sus “lugares de trabajo” en otras ciudades y países. En paralelo han crecido otras comunidades de inmigrantes, procedentes de Africa y Latinoamérica, que han ocupado los trabajos menos atractivos. Ambos colectivos, por decisión o necesidad, ocupan nuevos espacios urbanos o suburbanos generando nuevos centros de actividad. Ninguno de estos colectivos es bien conocido en sus prácticas espaciales y necesidades. Como tampoco son objetivos electorales (dado que no suelen contar con derecho de voto), son olvidados en la planificación urbanística. Como resultado la planificación suele obviar tanto una parte del territorio y de la población efectiva.

3. En esta ciudad surgen nuevos espacios públicos distribuidos a lo largo del territorio. Más allá de los centros de las ciudades, adquieren especial relevancia las zonas y centros comerciales como lugares de relación. Pero también los inmigrantes de bajo poder adquisitivo aprovechan zonas marginales (en el sentido de ser espacios para los que no se ha definido una función o han sido abandonados por los gestores) en la periferia para sus actividades de ocio y comunitarias.

4. Los nuevos y los tradicionales habitantes, en parte gracias a su uso de las tecnologías digitales, se organizan en múltiples redes. Cada persona suele participar en diferentes redes formales y, sobre todo, informales y muchas de ellas se estructuran también sobre el territorio. El resultado final es una complejidad social muy elevada.

5. En esta transformación los criterios estéticos tradicionales son modificados o simplemente abandonados. La nueva ciudad expandida presenta nuevas formas y estéticas que habitualmente provocan el rechazo de los técnicos y especialistas. Estas nuevas estéticas nacen de decisiones individuales (de agentes privados, ya sean personas u organizaciones), muchas veces discordantes entre ellas, y de su yuxtaposición aparentemente caótica en un mismo territorio. A este proceso ayuda el hecho de que normalmente el desarrollo residencial y comercial se adelanta al de los espacios comunes.

6. Una visión superficial de este nuevo territorio puede generar una apariencia de sprawl y de ciudad difusa. Es cierto que en esta zona metropolitana se incorporan áreas de sprawl y zonas difusas pero el conjunto no puede catalogarse así. La zonificación propia del sprawl se ha perdido en gran medida y existen numerosos núcleos con elevadas densidades de ocupación.

Existen múltiples ejemplos de este modelo emergente de ciudad expandida. El área metropolitana de la Costa del Sol es el territorio que ha inspirado inicialmente este texto, y es un buen ejemplo de este modelo urbano que crece y surge en lugares insospechados, aunque sigue pasando desapercibido. Mientras la reflexión y acción política sobre las ciudades sigue pensando en tipologías convencionales, las zonas urbanas más dinámicas se están convirtiendo en modelos expandidos. Por ejemplo, la zona costera de Galicia y el norte de Portugal configura otra área metropolitana, que discurre desde Ferrol hasta Porto, con características similares a las de la Costa del Sol, aunque en contextos socioculturales y económicos radicalmente diferentes. Incluso, si nos centramos en las grandes ciudades españolas, Barcelona y Madrid representan los dos tipos de evolución urbana. Barcelona sigue hasta su máxima expresión el modelo de ciudad post-moderna convertida en un centro “acondicionado” para uso turístico y para la atracción de la clase creativa. Madrid, por el contrario, partiendo de un modelo centro-periferia, se está transformando hacia otra estructura multicéntrica con nodos de actividad distribuidos por un territorio mucho mayor que el que ocupa la ciudad oficial. Por supuesto, clasificar los diferentes territorios en una u otra tipología es un ejercicio de simplificación que elimina buena parte de la diversidad y complejidad. Por ejemplo, en Barcelona existen numerosas fuerzas que se oponen a la acción planificadora oficial. En el caso de Madrid, su transformación a un modelo expandido se realiza a pesar de los intentos políticos de crear una ciudad post-moderna.

Cultura postdigital y ciudad expandida

Nuestra sociedad ha sufrido en las últimas décadas importantes transformaciones sociales, culturales y económicas como resultado de la irrupción de un nuevo paradigma sociotécnico asociado al desarrollo de las tecnologías de la información y las comunicaciones. No se trata solo ni principalmente de cambios instrumentales, sino de transformaciones más profundas en los valores, los modelos organizativos y las prácticas. El resultado es un nuevo paradigma que se ha definido como cultura digital. Sin embargo en estos momentos tanto la tecnología como las redes que se generan son ubicuas y casi invisibles (en lo físico, por su movilidad y miniaturización, y en lo conceptual, porque se han disuelto en nuestro comportamiento). Por esta razón quizás el término “cultura postdigital” sea más apropiado para identificar un escenario en que la tecnología es ya una parte esencial de nuestras vidas y en las que lo relevante son las nuevas prácticas, organizaciones y valores que surgen.

El desarrollo de la ciudad expandida y de la cultura postdigital han corrido paralelos lo cual probablemente nos está señalando una conexión profunda entre estos dos procesos. Podríamos plantear como hipótesis que existe una co-evolución entre la ciudad expandida y la cultura postdigital. Esta hipótesis podríamos fundamentarla en el hecho de que los nuevos modelos de organización social propios de la cultura postdigital (caracterizados por la participación en múltiples redes, la importancia de las relaciones difusas, la trazabilidad, la asincronía …) se trasladan también al modo en que las personas usan los territorios. En este sentido, una vida espacial y socialmente compleja requiere de tecnologías para la coordinación y/o son estas herramientas las que posibilitan nuevas prácticas. Las relaciones causa-efecto parecen discurrir en las dos direcciones dado que, aunque lo digital ha facilitado el desarrollo de un nuevo modelo territorial, las nuevas configuraciones urbanas han incentivado también la apropiación tecnológica y nuevas prácticas ciudadanas.

Si el urbanismo centralizado que utiliza la planificación como herramienta básica está en crisis, ¿como se “construyen” las nuevas ciudades y territorios? Frente a este modelo surge un urbanismo emergente [1] basado en procesos informales de diseño, deliberación y toma de decisiones organizados sobre plataformas tecnológicas. Estos procesos están protagonizados por ciudadanos activos y creativos organizados en múltiples redes y comunidades que han sido capaces de apropiarse de la tecnología para darle usos nuevos y en muchos casos sorprendentes.

Pero el urbanismo emergente no es consecuencia necesaria de una tecnología. Bien al contrario, como comentábamos anteriormente, la tecnología puede ser utilizada de forma muy eficaz para el control militar por parte del poder político. Por tanto, debemos entender que la tecnología no es determinista y permite modelos urbanos alternativos (y contrapuestos). Tal como propone Dan Hill [2], el papel que juegue la tecnología dependerá de las decisiones de los responsables del diseño de las infraestructuras y las info-estructuras, de modo que existen dos escenarios alternativos básicos: “locked down street” (un diseño para el control que recordaría a las ciudades de la película Minority Report) o la “open source street”. “La calle de código abierto” sería aquella en que la disponibilidad de infraestructuras y datos abiertos permitiría a los ciudadanos generar nuevos usos autónomos del espacio urbano.

En este escenario surge inevitablemente la pregunta sobre el papel que pueden o deben jugar las instituciones. Ya no son los responsables únicos ni principales del diseño del territorio, o alternativamente este diseño no es ya consecuencia única de un ejercicio de planificación centralizada. Como en el resto de organizaciones afectadas por la cultura postdigital, deben reconvertirse en agentes intermedios o de interfaz que pueden desarrollar tres funciones básicas para que la nuevas complejidad genere resultados positivos:

– Desarrollo de infraestructuras (incluyendo las info-estructuras). No se trata solo de asegurar su existencia sino de generar modelos de gobernanza que permitan su uso ciudadano. Por ejemplo, la neutralidad de la red emerge en estos momentos como un elemento clave para asegurar que Internet pueda continuar en el futuro siendo un espacio público para la creatividad y la innovación y no se convierta en un nuevo medio de masas y principalmente unidireccional.

– Diseño de plataformas: los procesos de innovación abierta precisan de “plataformas”, un conjunto de infraestructuras, espacios para la colaboración (físicos y digitales) y sistemas de gobernanza (mecanismos de toma de decisiones, financiación …). Las instituciones públicas pueden acelerar los procesos de innovación social si promueven el diseño de estas plataformas y aseguran que respondan a las nuevas necesidades del urbanismo emergente.

– Por último, la participación ciudadana activa, centrada más en el desarrollo de proyectos que en la discusión y deliberación, precisa de una nueva educación. Los ciudadanos necesitan por una parte desarrollar competencias digitales, una mezcla de habilidades tecnológicas, comunicativas y sociales. Y por otra se necesitan nuevos valores (o la revitalización de valores abandonados en las últimas décadas) que promuevan la acción, la participación activa, la responsabilidad, lo público y el procomún.

[1] Freire, Juan (2009). Urbanismo emergente: ciudad, tecnología e innovación social – Emerging urban planning: city, technology and social innovation. En: Paisajes Domésticos / Domestic Landascapes, Vol. 4 Redes de Borde / Edge Networks, pp. 18-27. Ed. SEPES Entidad Estatal de Suelo, España.

[2] Dan Hill (2008). “The street as a platform” (City of Sound). Publicado posteriormente en: Johnson, Steven (ed.) (2009). The Best Technology Writing 2009. Yale University Press

Un futuro para la arquitectura y el urbanismo

Los “especialistas espaciales”, aquellos cuya misión es trabajar sobre el territorio, comprendiéndolo y diseñándolo, precisan de un nuevo enfoque estratégico. Su trabajo no puede pasar ya por ser únicamente una actividad técnica y científica generada sin la interacción con los usuarios del territorio. Tampoco el territorio puede entenderse ya como un espacio sencillo que puede ser planificado en un gabinete y que responderá de forma lineal a las reglas de juego diseñadas mediante la planificación.

Por el contrario, el territorio es un espacio sumamente complejo y se hace imprescindible hacer un elevado esfuerzo de observación y análisis. Pero dado que los indicadores oficiales no capturan buena parte de la realidad, es necesario emplear nuevos métodos y enfoques. La geografía y la etnografía resurgen como métodos básicos de observación, descripción y visualización de las realidades territoriales [1].
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La “ciudad expandida” y la importancia creciente del urbanismo emergente nos obligan a preguntarnos sobre el papel presente y futuro de la arquitectura y el urbanismo. Estas disciplinas así como la política se encuentran en una encrucijada: incrementar sus esfuerzos para el control ante un territorio cada vez más complejo e incontrolable, o actuar como facilitadores para la emancipación ciudadana (abandonar la intención del control para facilitar la emergencia de los nuevos modelos urbanos).

Una arquitectura que favorezca la ciudad expandida y las prácticas ciudadanas emergentes necesita abandonar en buena medida su disciplinariedad para convertirse en una práctica que combine en diferentes proporciones según el contexto, la observación y visualización espacial, el diseño urbano, la construcción, el diseño de sistemas de participación, y el diseño de plataformas para facilitar procesos emergentes desde la ciudadanía.

[1] Freire, Juan (2010). Conocer la ciudad desde las calles: ciudad real vs. ciudad oficial. En: A Cidade dos Barrios, Colexio Oficial de Arquitectos de Galicia & estudio mmasa, pp. 20-25.

 

Vía: Juan Freire

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